lunes, 17 de agosto de 2009

Guardar la distancia


Intentaba guardar la distancia, no quería dar un mensaje equivocado.
Así que tras mirarla de lejos mientras pedía una copa, se acercó.
Al menos tenía la conversación fácil y era conocida de conocidos, con lo cual no habría que caer en las incómodas presentaciones forzadas tan naturales en los bares.
Le sonreía y halagaba sus comentarios más locuaces, él también hablaba con vehemencia de los temas que controlaba y le gustó que hubiera lugares comunes.
Así que dejó de guardar la distancia y la besó.
La acompañó a su casa y se quedó dentro.
Alguna vez más se encontraron y él volvía a guardar la distancia, sobre todo porque la pobre niña no se llevara a equívocos, por no confundirla, pero era tan cómodo hablar de los temas de la última noche, preguntar por cómo habían ido los últimos hitos, sonreír al tener cada vez más bromas comunes que dejó otra vez la distancia a un lado y esta vez le acarició el cuello al besarla, mientras la abrazaba al bailar. Pidieron un par de copas más, era divertido estar borracho con ella, ella era divertida con aquella manera de hablar tan curtida en las barras. Así que no pudo evitar volver a acompañarla hasta su casa y volver a quedarse dentro.
La última vez que se vieron se acercaron y se dieron dos besos sonrientes y él pidió la copa de los dos para que ella viera cómo se acordaba.
Así que la misma temática que en ocasiones anteriores empezó a ser dicha al oído, con más cariño, con más confianza, aún sin beso. Hasta que él dejó de guardar la distancia y le dijo “sácame de aquí” y ella agarró su bolso y se marcharon a casa, de la mano esta vez, hasta que llegaron a su casa y él volvió a quedarse dentro.
Ahora, él, que tan bien guardó la distancia, no volvió por el barrio.

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