
él preguntó confuso
mientras ella sonreía.
Se descolgó un colapso
en el que ella repasó
tres años de diván
-ninguna conclusión-
y le tuvo que invitar
a probar su habitación.
No hay tiempo que esperar,
no hay mañana, concluyó.
El sexo le sirvió
para después -y ya sin él-,
poder alucinar
cualquier historia de amor.
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