"Para que tú me oigas, mis palabras se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas" (Para que tú me oigas, P. Neruda, "20 poemas de amor y una canción desesperada). Nos alcanzó el lenguaje y fue el comienzo pulsional,
luego el verbo se hizo carne.
Podemos hablar, querido Lacan,
del significante y el significado,
de su función simbólica,
también la pragmática, mi preferida en clase de lengua,
con la ironía y los dobles sentidos,
y hasta esos soniditos que hacemos cuando hablamos con otros
y queremos que oigan que los oímos.
Y ya un día, el lenguaje se cansó de ser función
y probó a ser el fin, saliéndose de la intención
y hasta sentado en el diván, se cansó de ser inconsciente,
de ser el soporte del deseo del otro,
de ser el lugar de los lapsus,
el lugar convenido de entendimiento
(mínimo e imposible, siempre se quejó él,
pero cuya ilusión es necesaria, le contestábamos nosotros).
Así que se desató y se salió del redil.
Decidió, que con nosotros dos,
él iba a ser el que mandara.
(El título hace referencia a la función del lenguaje como la necesitad primera, al igual que aparece la habitación como fundamental en la escritura femenina en "Un cuarto Propio" de Virginia Wolf).
Y es que ese Otro que lo lleva todo, aunque a veces no llegue nada de él o un poco, o casi nada, que lo arrastra casi-todo, compone, reúne, llega, y hace llegar, ese "tesoro" de nuestra posibilidad de hablantes, nunca dejará de estar, aunque ni sea ni no sea, dejando a los localizacionistas sin lugar de hallazgo.
ResponderEliminarSoltado ha quedado.
Lu.
Grandísimo Lu!!! a ver si nos vemos pronto!
ResponderEliminarcreo que me he perdido!
ResponderEliminarmuas!